domingo, 1 de noviembre de 2009

De como un gato buscando un regalo acaba secuestrado

No me acuerdo muy bien por que pero antes vivía en la calle. Creo que debí estar antes en una casa o algo parecido porque me encuentro códomo viviendo con esclavos humanos, pero igual que el prota de la peli de Memento toda mi historia hasta que acabé en la calle está borrada de mi memoria. Debo de tener más o menos un año aunque tampoco es que esté seguro. En definitiva, soy un gato amnésico que vivía en la calle.

Un día estaba paseando tranquilamente por un soportal, y decidí comprar un regalo. Tenía un poco de hambre porque la mayoría de los McDonalds no admiten gatos callejeros por mucha Visa Oro que tengan, pero tenía que comprar un regalo para un cumpleaños al que me habían invitado así que como no se leer fuí entrando en todas las tiendas de la calle buscando una de regalos.

- ¿Teneís riñoneras de esas que se llevan ahora para gatos?

- La chica de esta tienda tampoco pareció entenderme, pero se acercó a mi y me empezó a toquetear la espalda y los mofletes. Los esclavos humanos deben de ser algo tontos porque les hablas y no te entienden, pero algunos saben hacer unas cosas con las manos que dan mucho gustillo.

-Que si tenéis riñoneras para gatos... purrrrrr

-Y nada, que la dependienta seguía con los masajitos, así que entre la mala memoria que me gasto y que estaba medio en trance con los toqueteos se me volvió a olvidar a qué había entrado a esa tienda.

Los esclavos humanos son complicados, no son muy de fiar, a veces, aunque los tengas amaestrados te traicionan y te entregan a unos seres vestidos de verde que te ponen en frías mesas metálicas y mientras te hablan como si fueses tonto te endiñan unos jeringazos de aupa. Por mucho que te hayas esforzado en educar a esos humanos de vez en cuando te la juegan y la humana de la tienda me la jugó incluso antes de que nos conociéramos. Lo que voy a contar ahora puede herir algunas sensibilidades así que si os impresionáis fácilmente es mejor que no sigáis leyendo:

Mientras estaba en la tienda, atontonao por las artimañas embaucadoras de esta traicionera humana, apareció uno de esas humanas de bata verde y jerigazos. Antes de que mi instinto felino pudiese reaccionar me encontré encerrado en una jaula de plástico demasiado pequeña para mi tamaño y cuando salí estaba en una de esas frías mesas de metal con tres o cuatro humanos de bata verde rodeándome.

Continuará...

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