Por fin me libré de esa habitación. Aunque todavía vuelvo allí para comer y beber ya me dejan salir por toda la casa. Al principio solo me dejaban por el día y a ratillos, pero ahora ya incluso me dejan dormir en una cama llena de esclavos y de los otros gatos.
Os voy a presentar a mis compañeros:




Mis esclavos son un poco tontos, pero creo que con paciencia les podré educar. Para empezar tienen la manía de ponerse a leer cuando se van a la cama cuando todo el mundo sabe que en las camas hay que jugar por lo menos durante una hora. Al final hemos llegado a un acuerdo para que juguemos durante 10 minutos y luego ya se pongan a leer. Por cierto, que dormir en la cama con esclavos humanos mola mucho, os recomiendo que lo probéis. Nueve y Paco también duermen con los esclavos así que estamos un poco apretados, pero calentitos.
Otra cosa que no saben hacer estos esclavos son las camas, no se molestan en quitar las arrugas así que me tengo que encargar yo de meterme debajo del edredón a quitar las arrugas de las sábanas. A veces me quedo dormido debajo del edredón y cuando me despierto ya son las doce.
Mis esclavos me llaman oreja gurrimía. No tengo ni idea de porque, dicen que tengo una rajita en la oreja pero yo no me lo he visto. Por cierto, he descubierto otra cosa mágica: los espejos. Son como las ventanas pero con gatos al otro lado, y tambien tienen campos de fuerza porque si los intentas atravesar duele. Lo más curioso de los espejos es que si los intentas rodear para ver a los gatos que hay al otro lado nunca los encuentras.
Pues nada, os dejo con unas foto mías en mi nueva casa de acogida. No está mal, pero yo tengo ganas de tener una casa definitiva.



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